Abarka

En el akelarre de Petralanda

Refugio para la nocheDos hermanos, a los dictámenes diferentes, discutían. Uno afirmó que el más importante es realizar los deberes de la iglesia mientras que el segundo pensaba que la parte fundamental era los viajes. Como no se reflejaron de acuerdo, el que había previsto el viaje tomó la carretera y el otro se fue a la iglesia.
En la tarde, el viajero, que tenía la intención de instalarse en una región alejada, subió sobre un roble para pasar la noche lo mejor posible y al refugio de los animales nocturnos. Acurrucado y, agotado por el día que venía a pasar, no se tardó en dormirse profundamente. Repentinamente, se despertó en sobresalto debido a un estruendo y descubrió a un grupo de mujeres completamente desnudadas, bailando rodea al pie del árbol, en torno a una hoguera. Cuando tuvo bastante de bailar y saltar, se adjuntaron en torno al fuego y una dice a los otros:
La muchacha del rey está muy enferma y nadie es capaz de detectar la causa. Con todo su curación es muy simple. Le bastaría que comiera un pedazo de hostia que dejó caer en la última vez que se comulgó y que se encuentra en la boca de un sapo.
¿- Y dónde se encuentra a este sapo? pidió la más joven, lleno de curiosidad.
- A la parte inferior de una piedra del suelo de la iglesia, al pie del agua bendita.
Las brujas siguieron así su entretenimiento aún un buen momento luego, al enfoque de la paleta, se fueron. En ese momento, nuestro espía ocasional descendió discretamente de su árbol y tomó el camino de la iglesia que habían indicado las mujeres. Encontró la columna del agua bendita, la piedra al suelo y al sapo con un pedazo de hostia en su boca. Se le privó con précaución, lo envolvió en un pañuelo y corrió hacia el palacio del rey.
   Cuando sucedió al palacio diciendo que venía a curar a la hija del rey, todo el mundo lo observó con mucho escepticismo, sobre todo teniendo en cuenta que muchos cirujanos, físicos y charlatanes viniendo de horizontes alejados habían presentado las mismos propuestas. Eso que no cuesta nada, le dejaron entrar a pesar de todo y, encontrándose ante la enferma, le colocó la hostia sobre la lengua diciendo:
¡- Coma este pan bendecido y verás que inmediatamente encontrarás tu salud!

Fue así. La princesa tragó este pedazo de hostia y al mismo momento recuperó la salud como por magia ante la inmensa alegría de los inquilinos del palacio y más concretamente de la de su padre, el rey. Éste, tan feliz de este acontecimiento, prometido al joven hombre una montaña de dinero. Nuestro viajero dio la vuelta a su pueblo y que ahora era rico, su hermano quizo conocer la causa de esta fortuna súbita y retentissantissante. Enterándose de la fiesta del akelarre (literalmente: campo del chivo. lugar de reunión de las brujas) que se había celebrado en Petralanda, le dice:
¡- Debo yo también ir alla sin perder tiempo, veo si tengo la misma oportunidad!
Sin vacilar, tomó el camino hasta Petralanda y subió sobre el mismo roble como lo había hecho su hermano antes. Cuando la noche cayó, las brujas no tardaron a llegar pero, a diferencia de la primera vez, no bailaron, no estaban contentas, no se desnudaron sino se reunieron muy preocupadas. La que parecía llevar el grupo dijó sin preámbulo:
- Se curó a la hija del rey, y si lo fue, eso quiere decir que alguien conocía nuestro secreto.
¿- Pero cómo es posible ? se informó una de la más joven.
- Muy fácil: porque tenemos un espía en nuestro akelarre !.
¡- Ohhhh! hicieron las otras en coro, llenas de asombro.
¡- Debemos descubrirlo y hacerle sufrir lo que merece ! acusó la primera.
Las brujas se apresuraron buscar detrás cada penacho de hierba, cada piedras de la esquina del árbol. No tardaron en encontrar a nuestro hombre, temblando de miedo, sobre la cumbre del roble. Subieron hasta la rama sobre la cual se habia acurrucado, lo lanzaron al suelo sin consideración. Una vez en tierra, se hostigaron sobre él, lo sorprendente sobre la nuca, rasguñándolo, lo sorprendente de puño y el pie y esto, hasta los primeros atisbos del día. Su salida puso fin a su tortura. Horas más tarde, un arriero encontró en Petralanda al pobre hombre al pie del árbol, mitad desconectado, mitad desfigurado, pudiendo apenas articular algunas palabras.

Fuente : Sorgiñas, leyendas vascas de brujas ISBN: 84-95846-46-2 © de la Edición "Los libros del cuentamiedos".

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