Abarka

Los amuletos

Los amuletos (KUTUNAK) que era utilizada contra el mal de la mirada (begizko) era de varios tipos.
En Amezketa (Gipuzkoa), se colgaba al cuello de los bebés una pequeña beca con, dentro, un piécette, un pedazo de carbón, un pedazo de apio y un pedazo del cordón umbilical.
A Zeanurri (Bizkaia), se ponía excremento de gallina y el carbón.
En Zegama (Gipuzkoa), se dice que el diablo se acercó a un bebé pero éste que lleva su amuleto colgado al cuello el diablo, viendo que tenía una pequeña beca dicho: “No puedo acercarme a esta prueba y este apio”.
De otros tipos de amuletos se hacían de vidrio o coral y tenían la forma de puño (gesto contra las brujas), rasguña tejón, pequeñas piedras o bolas de vidrio (contra la dureza de pecho).

Sortzen denak hiltzea zor
El que nace es endeudado de la muerte.

Siempre hay en País Vasco un respeto especial y profundo para los difuntos como lo prueban de numerosas viejas tradiciones. Cuando alguien agonizaba en una casa, se llamaban en primer lugar el primer vecino, el de la primera casa de derecha sobre el camino de la iglesia. El cura y el médico venían también, llamados por este vecino. En algunos pueblos, si la agonía se prolongaba, se levantaba una teja del tejado, pensando que así, se facilitaba la salida del alma de su cuerpo.
Tras la muerte, el vecino el lo más cerca posible llamaba a los padres e incluso vecino o alguien de la casa, anunciaba la muerte a los animales y más concretamente a las abejas. (Recordemos que las abejas eran animales consagrados para los vascos y se dice “muerto” cuando se mueren en vez de “perdido” (galdu) para la muerte de los animales en general). El cuerpo era transportado a la iglesia por un camino especial que tenía cada casa. No se podían utilizar los caminos comunales, sino aquél, incluso si fuera malo y más largo. Este camino llevaba distintos nombres: camino de la iglesia (Elizabide), de los difuntos (Gorputzbide)…

Cada casa poseía su hoyo en el cementerio. Del Siglo XIII al siglo XIX, ésta se encontraba dentro de la iglesia, al mismo lugar que el banco de la casa (Jarlekua). Más tarde se extendieron estos hoyos exteriormente como se puede verlo hoy aún, sobre todo en el Norte del país.

En muchos lugares, los recién nacidos muertos sin haber sido bautizado se enterraban a la parte baja de la casa o en el jardín. Se hacía de este modo en La Rioja, Licq (Soule), Uharte (Navarra), Kortezubi (Bizkaia), Aretxabaleta (Gipuzkoa), Sare (Labort)… El fuerte vínculo que existía entre la casa, el camino de los difuntos y el cementerio pone de manifiesto que la casa también fue un lugar de entierro. Para eso, la casa y el lugar de entierro estaban inseparables y vinculados y se transmitían a los sucesores.
En otros lugares, después del matrimonio del heredero, los nuevos esposos debían llevar presentes en la sepultura de la casa. Por lo tanto, el cónyuge venido del exterior entraba en la casa antes de sus muertes.
Durante la misa de los difuntos, la maestra de casa hacía algunas ofrendas en su banco de iglesia. También, como ofrenda, se quemaba el colchón del difunto (en la época era de paja) en el primer cruce del camino pronunciando un rezo y regando el fuego de agua santa.
Por lo tanto, si alguien pasaba en el camino, sabiendo que en la casa vecina alguien había muerto, rezaba también un rezo para su alma.
Después de los entierros y el entierro los padres y huéspedes iban a la casa del difunto (en algunos pueblos todos los que estaban a la iglesia) para celebrar el banquete funerario. Durante la comida un padre alquilaba la figura de la muerte y a continuación, tranquilamente, pasaba el tiempo y el ambiente iba que sonréía para terminar por risas y bromeadas entre todos los participantes.
El hecho de que el difunto pudiera aparecer de vez en cuando era una creencia extendida. Esta aparición podía tomar varias formas: luces, sombras, sonidos etc en estos casos, se pedía lo que deseaba y su demanda realizada no reaparecía ya.

Fuente: geocities . traducido por Txiki.

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